domingo, enero 06, 2008

Había un Tiempo…

Había un tiempo, en que la soledad reinaba, en el país de nunca jamás, llovía, llovía de noche y llovía de día, un tiempo en que la mentira era la gobernante, un tiempo en que la mentira con su mano cubrió los cielos, y entonces, en ese tiempo, en ese entonces las calles permanecían solas, porque el miedo era devorado por la maldad, porque la maldad transitaba, las puertas cerradas, las gentes despiertas apenas si miraban tras los cristales de las ventanas; ese tiempo duró una centuria y un poco más, y toda la gente se acostumbro, casi por necesidad a olvidarse del amor, a vivir en soledad, de ese tiempo que es este, recuerdo todo, recuerdo como se levanto de entre las sombras el clamor, el grito desesperado de las victimas, el llanto de sus familias, las figuras vacilantes de los azotados por la soledad, el egoísmo y la perdición.

Es el tiempo que nunca pasa, es el país que nunca se encuentra, es el nunca jamás, donde la madre secuestrada añora la compañía de su hijo, donde el padre desconocido llora el destino de su progenie, donde la anciana grita y clama por la liberación de su hija y su nieto, donde el esposo que es y el que no es, esperan ambos de la mano al fantasma de la mujer que grita, donde el viejo, el caminante, el que no se detiene enseña en las calles como lo hizo en la aulas, el país que no se revienta, mientras que los justos han dormido el sueño de los santos, donde los gobernantes son un ejercito de lascivas y asquerosas alimañas, y donde no existen ideales, siquiera sueños, no hay verdadera razón de existir, así fue lo que hizo la mentira para gobernar, y ahora agazapada bajo el manto de la duda no ha dejado de accionar, y los campos vacíos, y la tierra fecundada por la sangre de los muertos, los suyos y los míos, los de él y los de aquél, donde las armas han sembrado sangre, los hombres hemos cosechado sangre, en el nunca jamás, todos estamos muertos.

¿Y quien no muere en la soledad?, quien no entrega su vida al ángel redentor, al mensajero de la luz eterna, quien entiende, quien abre su boca y reclama justicia, quien convierte al sanguinario desprevenido, quien convence al joven que ha perdido su fe, quien detiene al asesino, al violador, quien se enfrenta a la oscuridad; y la llama de quienes han muerto siquiera ha podido encender la llama de los que aún viven, nadie grita, nadie se opone, a todos nos ha vencido el miedo, ese recurso inefable con que cuenta la maldad y que utiliza la mentira, ese hombre cobarde que se esconde tras su poder y su fuerza, que no le son propias, sino prestadas por el fuego, el fuego, que alguna vez sirvió al hombre como especie, para sobrevivir y dominar a las demás creaturas, ahora sirve como perro fiel a la maldad y por ende a la mentira, que crueles caminan resguardadas en el miedo, cobardes, cobardes, mil veces cobardes.

Es más valiente el hombre común, y no ustedes, son indignas de su uniforme, su escudo y su consigna, seguramente también lo son de su nombre, hasta cuando hasta cuando dejará de gobernar la mentira, cuando dejará que el sol que nace alumbre victorioso sobre las cabezas de los seres que habitan el nunca jamás, cuando la mentira y la maldad dejarán de ser gobernante y mariscal. Cuando habitará en el joven la llama del amor, cuando, cuando el niño que es hombre por sus sufrimientos deje de emular al que al principio fue ejemplo de sacrificio, cuando el seno de su madre lo abrace, cubra y proteja su sien, cuando el peso de la soledad no sea más, el miedo sea erradicado del alma de los pobres y los ricos no sean más…

Nadie será igual, Emmanuel principio y fin, eco invocado desde la antigüedad, esperanza de quienes sufren la suerte de anidar sueños, hombre pueril pero al fin hombre, niño crecido entre la pobreza de la conciencia colectiva, absurdo inconsciente hecho a fuerza de la forja del acero de las cadenas y la soledad, seguramente esperanza, porque si algo tenemos es, esperanza, no valor, no el valor se nos enredo, se quedo en la filosofía barata pregonada para atraer a los incautos desprevenidos, ignorantes como somos todos, se nos vende al mejor postor, los céntimos que por nosotros se paga son miserias por lo que por nosotros se gana, Trofeos nada más que expresión de la fuerza de quienes nos dominan, unos y otros, ambos bandos soldados triunfantes de la cruel gobernante y su mariscal.

Había un tiempo, en que soñé, en que viví soñando, el tiempo que es pasado, presente y futuro un tiempo que es ahora…

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